martes, 13 de mayo de 2008

El día que perdí un día

La semana pasada empezó como otra cualquiera, con bastante sueño y pocas ganas de ir a currar. Como un lunes corriente la tarde se hizo tremendamente dura y las cabezadas eran constates. Después llegar a casa y cena y cama.
Así hasta el jueves (mi jueves), me levanto con cierta energía pensando que menos queda para el fin de semana, me hago una buena comida para disfrutar algo en el trabajo y salgo de casita con cierta gracia. La mañana transcurre con normalidad, vamos haciendo que se hace algo. Y poco antes de la hora de comer mi compañero me indica que se va en breve, yo con cara de sorpresa le pregunto como se va tan pronto. Él, estupefacto, me dice que siendo viernes, se va a la hora de los viernes.
Una sonrisa me cruza la cara, y le espeto que no puede ser, tiene que ser jueves (que o estoy seguro). Me hace mirar el calendario de la pared, del ordenador y del móvil. !Si! es viernes... entonces pienso en lo convencido que estoy de que sea jueves. Repaso mentalmente, los días y lo que he hecho en ellos... lunes... martes... ... mier... ...joder!! ¿Qué día he perdido? ¿martes, miércoles? o simplemente el jueves.
Así, que nada es más raro que mi existencia. Los relojes de mi casa tienen cada uno la hora de su propia habitación y mis semanas son cortitas. Al final tendré que ir a ver a un loquero o al Iker Gimenez, como caso claro de auto-abducción.

PD: A ver si tengo un ratillo y actualizo el blog, que las obras de casa se estan haciendo más largas que las de la Sagrada Familia.

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