lunes, 12 de febrero de 2007

Un paquete inesperado - Parte V -

El hijo de Casimiro Posadas, el cartero, silbaba por lo bajo la canción que sonaba en la radio. Las pausas entre estrofa y estrofa las aprovechaba para soltar una retahila de insultos en los cuales incluía a todo lo que le rodeaba. Porque Joaquín, que así se llamaba el hijo del cartero, estaba realmente de mal humor. Odiaba empezar sus vacaciones de verano de ese modo, conduciendo la vieja furgoneta del padre por unas carreteras secundarias llenas de baches, tan sólo para entregar cuatro cartas y un mísero paquete. Nunca había podido soportar el trabajo de su padre, le parecía denigrante y estúpido, y más todavía en los últimos años, con la aparición de los ordenadores y toda esa parafernalia. Creía que era de románticos, soñadores, es decir, de imbéciles, empeñarse en seguir usando un método centenario como la carta para comunicarse. Y sin embargo aún quedaba un buen reducto de ellos, intentando evitar que la carta quedara definitivamente extinguida.


Joaquín aborrecía ese trabajo más que nada en el mundo, y sólo lo llevaba a cabo en casos extremos, como había sido el lumbago de su padre de esa mañana. No podía limitarse a pedir una baja y a esperar a un sustituto, pues su padre hacía de su trabajo una cuestión de honor. Con lo cual allí estaba Joaquín, bregando con los baches y con una camioneta que amenazaba con calársele en cada curva, dejándole tirado. Y lo peor estaba por venir. Porque Joaquín era alérgico a la gente. Y más si se trataba de hombres barrigudos rozando la cincuentena, mal afeitados, con camisas sucias y por fuera y con gorras ladeadas en la cabeza. Hombres que esperaban sentados en la calle a ver cómo el recogía los paquetes y las cartas del interior de la furgoneta y los entraba en la pequeña oficina de Correos, mientras se esforzaba en darle conversación sobre cosas estúpidas, a tratarle como si fuera su hijo y una vez, ¡loado sea el cielo! hablar hasta el punto de invitarle a comer a su casa. Joaquín no podía imaginarse la casa de un hombre así, pero lo que sí sabía es que no quería conocerla.

No hay comentarios: