lunes, 18 de enero de 2010

1997-2000 LXXI

Y una luz en su ventana
su sombra danzando
de aquí a allá en el techo.
Y nunca la vi
pero siempre la amé.
Sabía con la certeza
de todos mis sentidos
que no la conocía.
Y qué podía yo hacer
si era eso mismo
lo que yo deseaba.
Corría hacia allí
y volvía sin ella.
Suspiraba un gemido
de dolor satisfecho,
engalanado con la derrota
en una absurda victoria.
Y esta contradicción
era siempre mi búsqueda
a dar sentido de mi vida.
Relataba vidas perfectas
al borde de un sueño
deseando profundamente
no sentirlas en mi carne,
pensando en la posibilidad
de hacerse real
y perder el juego
del dolor y el gozo.
Se me ofrecía la huida
y miraba aquel túnel
para mi negro y estrecho,
volvía los ojos atrás
a la luz tras los cristales,
me pesaba el lastre
que ella representaba.
Ya solo pensar en
volverle la espalda,
me resultaba insoportable,
tomábalo una traición
no tanto a ella
como a mi mismo.
Preguntaba al vacío
si las viejas promesas
podían olvidarse,
y la pregunta
junto a su respuesta
se perdía en el aire;
y quedaba a merced
de mis sentimientos
siempre enfrentados.
Corrían sobre mi cara
gotas de una fina lluvia
y sentía sobre mi sus dedos;
silbaba el viento
con indescifrable compás
y escuchaba su dulce voz;
brillaban las hojas al sol
en cálidos tonos
y recordaba su mirada.
Todo mi alrededor
giraba en torno suyo,
todos mis movimientos
se dirigían hacia ella.
Absorbía mi alma,
consumía mi vida,
y disfrutaba con la perdida.
Sin saber nada de ella,
ni ella nada de mi
transcurría los días;
indefinidos momentos
que atravesaban mi mente,
como agua entre mis dedos.
Cuándo llegó el ahora,
por qué llegué a despertar,
todavía no lo comprendo;
aunque me sumerjo
en sus sueños profundos
al mirar mi ventana.

No hay comentarios: